Patitos en Fila

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martes, 28 de diciembre de 2010

Fiestas familiares


Las fiestas navideñas o de fin de año podrían ser comparadas con las situaciones límites. Sostengo mi hipótesis en el hecho de que, del mismo modo en que frente a situaciones límites nos mostramos tal cual somos, porque no tenemos tiempo de disfrazar nada, las fiestas tiñen de un tinte de sentimentalismo y euforia todo el ambiente que misteriosamente afecta a todos los protagonistas que concurrieron a la fiesta y podemos descubrir la verdadera personalidad de cada uno de nuestros familiares. Y encontramos de todo. Desde la abuela que te llena de besos babosos y te trata siempre como una nena, pasando por la tía que te chusmea todo lo que paso en el último mes en el barrio, el asador condenado a sufrir el calor de las brasas, la prima densa que te cuenta sus “logros” del año, el primo repugnante que te mira las piernas, la prima que se esconde a fumar porque nadie lo sabe todavía (o mejor dicho, ella piensa que no sabemos, cuando vuelve con un olor imposible de disimular), una madre alegre de tener a todos sus hijos dando vueltas por la casa, un padre exaltadísimo para evitar recordar sufridas perdidas, el primo que pretende que nos riamos de las mil y una gansadas que tira por minuto, el tío sueltito para el alcohol que siempre derrapa (y la tía que lo persigue para que suelte la copa y se ofende), la tía responsable que nos atiende y se la pasa levantando las sobras y sirviéndonos comida, el tío que pretende ser el centro de la fiesta diciendo ironías y sarcasmos que generalmente dejan a mas de uno ofendido con su humor pesado, el tío amargo que no quiere que le toquemos nada de la casa y se la pasa retando a medio mundo, la prima que le saca una foto a todo lo que se le cruza, el primo violento que no controla sus impulsos y sacude a medio mundo, el primo que tira una noticia “bomba” que deja a todos helados (y seguro que alguno de la familia no debía enterarse), un hermano que no presta atención a nada, otro hermano que se acopla con los primos risueños, una hermana que se une al grupo de las mujeres para hablar de cosas banales de mujeres, el primo tranquilito que mira todo desde un rincón y liga una que otra broma, los novios/esposos/parejas de los protagonistas que corren la misma suerte de su par, el “discutidor oficial”, como lo llama mi padre, que todo lo que escucha lo refuta con o sin fundamentos, los 2 o 3 protagonistas que no se quieren y que solo se soportan en esas fiestas para no caldear el ambiente, los primos que hacen la suya y juegan al futbol o juegan con la pirotecnia sin molestar a nadie, y por último, el resto de los familiares que sin pena ni gloria, simplemente se adhieren a un frente, el que más le conviene esa noche.
Siempre me llamo poderosamente la atención esta situación. Que todos se liberen de ese modo, que la noche fluya con peleas, con abrazos, con emociones, con risas y carcajadas, con miradas de complicidad, con bromas, con besos, pero que a pesar de todo, sepamos que podemos contar con cualquiera de esos sujetos, porque ellos son “la familia” y es lo que nunca nos puede faltar.

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