Patitos en Fila

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domingo, 13 de febrero de 2011

Manía

Verano. Calor, soportable, pero calor al fin. Fondo de la casa. Parra de uvas. Silencio tedioso. Abuela y nieta.
Abuela recordando. Nieta observando.

Juanita, voy a contarte una historia. Una historia mitológica. Una historia griega. Una historia divina.
Apólo era uno de los dioses más importantes y venerados. Era un dios oracular, profeta, consideraba que la locura era la fuente de la sabiduría. Como dios supremo, no se comunicaba como cualquier inmortal, se manifestaba del modo más superflúo, impalpable, volátil. Apólo, utilizaba la locura traducida en las manías como canal de trasmisión de su grandeza, de sus conocimientos. Si traducís este dato a lo cotidiano, notarás que todos estamos llenos de manías, y las manías nacen en cada uno de nosotros producto de la necesidad de controlar una situación. Por temor a que ocurran desgracias es que muchas personas se despiertan por las noches para controlar que las puertas esten cerradas, por una necesidad de mantener el orden y no alterar sus estructuras mentales es que algunos de nosotros elegimos ordenar nuestros guardarropas por intensidad de colores y estilos, por esa misma necesidad que te estoy contando es que algunos no pueden dormir sin saber que en la cocina todo esta completamente limpio y ordenado. Todas esas conductas son repetidas porque de lo contrario creemos que algo malo podría ocurrir, y que el cosmos descargaría toda su furia contra quien no cumpla con su ritual.

Estas acciones muchas veces son vistas como actos de locura, pero quiero que sepas Juanita, que la locura no significa más que la manifestación de la posesión. Todos en algún punto somos posesivos, porque todos conservamos una cuota de locura. Posesivos de las situaciones, de las personas, de las cosas, de los sueños, del saber. Porque tememos a los cambios bruscos, desestabilizantes, y es por ello que cualquier acto, por más mínimo que fuese, pensamos que nos ayudará a mantener las cosas tal como estan.

Mi manía, Juanita... mi manía era él. Una mezcla de locura teñida de amor y posesión. Un sentimiento de locura que encerraba a Apolo ametrallando mi mente y mi corazón, intentando fluir por medio de mis acciones, en su urgencia de sentirse terrenal y saborear el dolor y la desesperación del no correspondido, el deseo de sentirse mortal. Y se lo he permitido. Se ha expresado a través de mi.
Han existido las locuras junto a Apolo, todas para él.

Resta la mejor, la completa, la que cierra el cuento. La que deja manifestarse al dios con toda su furia, con toda su templeza y rigor. Quiero que él sienta la fuerza de Apolo de una vez por todas.

Y voy a prestarme para que se desate.

sábado, 12 de febrero de 2011

Aviso

Aclaración: antes de escribir cualquier estupidez que no valga la pena, prefiero desaparecer por unos días. El motivo no es la falta de inspiración, ni la falta de temas a desarrollar, ni la poca originalidad. Escribo para sentirme plena, y si en el intento de hacerlo, siembro más vacios que certezas, prefiero quedarme guardada, escuchándome.